sábado, 24 de mayo de 2008

ORIGEN DE LA IDEA LIBERAL

Armando Martínez Garnica.

Pero, ¿Cuál es el origen del liberalismo?, sobre el partido liberal colombiano no cabe ninguna duda, nació el 16 de julio 1848, cuando en el periódico El Aviso, Ezequiel Rojas publicó el artículo “La razón de mi voto”, pero algo bien diferente es el concepto liberal. Hay muchas teorías. El Expresidente López Michelsen lo remonta a los comienzos de la conquista de América y señala a los Dominicos como los padres del liberalismo y a los Franciscanos como los orígenes del conservatismo, errada apreciación en mi concepto, porque si alguna comunidad fue retrógrada, en el puro sentido de la palabra, esa fue la de los Dominicos, que en la vieja Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada, pretendieron acusar ante el Tribunal de la “santa” inquisición al sabio naturalista gaditano don José Celestino Mutis y Bossio, por el crimen de enseñar que la tierra giraba alrededor del sol; si bien es cierto que defendieron los derechos de los indígenas americanos ante el avance y los atropellos que causaban las hordas conquistadoras, también es muy cierto que quisieron imponer a como diera lugar la religión de Cristo, que destruyeron los templos de las deidades autóctonas, que persiguieron a los que no les rendían pleitesía y se sometían al poder de la Biblia y las sotanas, en lo cual fueron implacables; razones por las cuales descarto esta tesis, así provenga del ilustre expresidente.
En Colombia el “remoquete” de liberal se comenzó a usar desde la convención de Ocaña, para designar a los partidarios del General Santander y diferenciarlos de los seguidores de Simón Bolívar.
Para mi el liberalismo tiene fecha conocida de nacimiento y lugar donde fue concebido. El concepto liberal nació en la Asamblea francesa el 4 de agosto de 1789 con la publicación de los “derechos del hombre y el ciudadano”; allí comenzó el más impresionante cambio en las ideologías del mundo; allí murió el feudalismo y se comenzaron a enterrar los reinos, que hoy parecen destinados a convertirse en figuras decorativas, fallando en su predicción el Rey Faruk de Egipto, quien dijo que en el año 2.000 sólo quedarían cinco reyes, los cuatro de la baraja y el rey de Inglaterra; fue el momento en que el hombre, como ser humano, alcanzó su clímax y se proyectó la libertad absoluta, con todas sus consecuencias; aparejada con él, nació el concepto de “Democracia”, que ha servido para derrotar las insignias totalitarias de izquierda y de derecha, que periódicamente renacen con fuerza y bajo distintos ropajes oscureciendo por momentos el futuro del concepto liberal, que, cuando llegan las grandes crisis, se forman de nuevo con enjundia, porque también en ese mismo concepto liberal, se conjuga la otra gran divisa de la revolución francesa: “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, divisa que algún día hará más justa a la humanidad.


Origen de la palabra “liberal”


Don Pedro Grases, un profesor catalán de letras que se asentó en Venezuela desde 1937 para huir de la Guerra Civil Española, llamó la atención - en sus "escarceos del lenguaje" – sobre el origen histórico de la voz "liberal" : por contraposición a la voz "servil", la palabra "liberal" en su sentido político moderno nació en el seno de las deliberaciones de los diputados de las Cortes de Cádiz. Se trata entonces de una palabra originada en la lengua castellana, exactamente durante el año de 1812. Pero don Marcelino Meléndez Pelayo ya había llamado la atención sobre el contrapunteo de las voces “liberal” y “servil” en las sesiones de Cádiz:

...los liberales. Palabra era ésta que hasta entonces no había tenido en España otra aceptación que la de generoso, dadivoso o desprendido, pero que desde aquella temporada gaditana comenzó a designar a los que siempre llevaban el nombre de libertad en los labios, así como ellos (y parece que fue don Eugenio de Tapia el inventor de la denominación) dieron en apodar a los del bando opuesto con el denigrativo mote de serviles .

Las Cortes, dotadas de poderes constituyentes, se propusieron establecer una monarquía constitucional que le pondría fin al régimen absolutista español. Se desarrolló entonces una intensa polémica que dividió a sus diputados en dos grandes grupos: los partidarios del mantenimiento de las tradiciones monárquicas absolutistas (“serviles”), y los defensores de las libertades individuales y del establecimiento del Estado de derecho (“liberales”). Grases ejemplificó el uso de la voz "liberal" en las sesiones de Cádiz con los escritos del extremeño Bartolomé José Gallardo (1776-1852), el bibliotecario de las Cortes que representaba bien al grupo de los "liberales exaltados" (una expresión ampliamente usada en 1832 en el Congreso Constituyente de la Nueva Granada), quien publicó un Diccionario crítico burlesco (1812) que registró la nueva palabra que había sido acuñada:

No es de los franceses de quienes la hemos tomado, sino de los romanos: los cuales a todos los ejercicios, profesiones y aún pensamientos propios y dignos de hombres libres, los llamaban liberales...En este mismo sentido llamaban, y llamamos nosotros aún, liberales a ciertas artes (señaladamente las del ingenio) que ejercían en Roma los ciudadanos; a diferencia de las mecánicas o serviles en que trabajaban los esclavos. Como entre nosotros, gracias en gran parte a nuestra religión, casi no se conoce esa diferencia de hombres libres y esclavos, pero ni tampoco se ha hablado redondamente el idioma de la libertad, se ha oscurecido algún tanto este significado del calificativo liberal. Ahora es cuando debemos esclarecerle; ahora que derramamos liberalmente nuestra sangre peleando por asegurar nuestra libertad contra todo linaje de tiranía, es cuando debemos dar toda su latitud a la palabra liberal, fijando sus legítimas acepciones, y estampándolas hondamente en el alma: para no tener pensamiento, obra ni palabra que desmerezca de un Español, es decir, de un hombre fuerte, constante, libre y liberal. Y gañe y regañe la canalla de los antiliberales. Los perros ladran a la luna .

En el Diccionario crítico burlesco también fueron determinadas las ideas liberales como aquellas “que no sólo excitan al conocimiento, amor y posesión de la libertad, sino que propenden a extender su benéfica influencia". Gallardo también recordó el origen gaditano de la palabra:

Hay algunas personas no tan versadas ciertamente en el buen romance castellano, como en el francés, o tan poco duchas en uno y otro como muy aferradas en sus rancias preocupaciones, que condenan la expresión liberales en el sentido que acabamos de significar, como novedad disonante en nuestro idioma: conceptúanla galicismo; y a fe que no lo es.

Don Pedro Grases registró también el rápido paso de la palabra castellana "liberal" a la lengua inglesa, pues en 1816 ya Southey se refería a "the British Liberales", empleando la última palabra en castellano. En este mismo año, el repuesto rey Fernando VII intentó extinguir su uso mediante la autoridad de su decreto del 26 de enero: "Durante mi ausencia en España se suscitaron dos partidos titulados serviles y liberales...es mi real voluntad que en lo sucesivo los relatores que se presenten a los tribunales con las cauciones de derecho; que hasta las voces liberales y serviles desaparezcan del uso común".

Para el caso de Venezuela, recogió un testimonio más antiguo del uso de la voz "liberal" y una temprana derivación hacia la palabra "liberalismo" por el maestro de Bolívar. En una carta fechada en Londres el 6 de octubre de 1808, Francisco de Miranda se dirigió al Marqués del Toro usando las siguientes palabras relativas a Lord Cochrane: "es personaje de alto mérito, y muy partidario de nuestra independencia; pueden Uds. con seguridad considerarle como amigo y hombre liberal". Y fue precisamente don Simón Rodríguez (1771-1854) quien en 1830 acuñó la siguiente definición de la palabra liberalismo:

Es voz nueva, derivada de liberal, que hasta nuestros días ha significado dadivoso, tal vez porque el que da libra o liberta de una independencia incómoda: en este sentido decían los antiguos españoles liberación, porque teniendo más parte en ellas el espíritu que el cuerpo, parecen descargar a éste de un trabajo. Es un alivio para el que habla, y una adquisición para el diccionario poder llamar hoy liberal al que aboga por la libertad. Y liberalismo el conjunto de ideas opuestas a la servidumbre, sea la que fuese .

La voz "liberal", y su derivación "liberalismo", adquirieron su sentido moderno en la lengua castellana aproximadamente entre 1808 y 1813, y a las discusiones de las Cortes de Cádiz deben su introducción en el vocabulario de la acción política. Quedó así atrás el sentido antiguo de la palabra en la lengua castellana y en las otras lenguas latinas, derivado de una palabra latina de la antigüedad: Liberalis, que "calificaba el estatuto accesible al hombre libre o digno de su mérito; lo que convenía a una clase de hombres libres" . Con ello la palabra se había asociado a las artes liberales (del hombre libre), por oposición a las artes mecánicas (del hombre sin libertad), y llegó a tomar la acepción de "generoso" y "desinteresado". Con esta acepción apareció la palabra en el Tesoro de la lengua castellana (1611): "Latine liberalis, el que graciosamente, sin tener respeto a recompensa alguna, hace bien y merced a los menesterosos, guardando el modo debido para no dar en el extremo de pródigo". Sólo hasta la décima edición (1852) fue que el Diccionario de la Real Academia de la lengua española le dio entrada a la palabra con su acepción moderna.

Una rápida lectura del Diario de sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz permite confirmar las noticias dadas por don Pedro Grases. Durante la sesión del 16 de diciembre de 1810, el diputado Argüelles usó la palabra en sus dos sentidos: empleó el sentido antiguo al afirmar que la intención de establecer una Monarquía moderada obligaba a darle al sistema general del gobierno “aquel carácter de liberalidad y justicia que sólo puede hacer duradera y recomendable la Monarquía”. Pero también usó el sentido nuevo al agregar que las Cortes habían comenzado a establecer un “justo y liberal sistema de gobierno”. El diputado Leyva fue más explícito en la sesión del 30 de diciembre siguiente, cuando propuso establecer los principios fundamentales de la Constitución:

Esta es una medida que evita las arbitrariedades de los Reyes cuando está formada por principios liberales, y no suceda que los ecos de nuestra libertad se queden en los límites de este corto recinto sin que pasen a las provincias. Hágase una Constitución buena y que ponga trabas a las voluntariedades del Rey, y entonces el más cruel de los hombres no podrá hacernos infelices.

Los “principios liberales” serían entonces el dique contra cualquier intento de despotismo de la Corona, y su garantía estaba en la adopción de una “liberal, benéfica y grandiosa Constitución”, como dijo un diputado americano en la sesión del 8 de abril de 1811. Una semana antes, ya se hablaba en las Cortes con mayor extensión de “los principios, ideas y sentimientos más liberales”.

La contraposición de las voces “servil” y “liberal” también puede comprobarse en las actas de las sesiones de las Cortes. Durante la sesión del 21 de julio de 1813 fue leída una representación del ayuntamiento constitucional de Mondoñedo en la que se explicaba que ya los pueblos habían abierto los ojos al punto que “abominan y se avergüenzan del antiguo servilismo”. Durante el debate sobre la abolición de la esclavitud, en el que se propuso mantener por algún tiempo la “condición servil” de los esclavos para no defraudar a sus dueños del dinero que habían pagado por ellos, el diputado Argüelles insistió en que el tráfico de esclavos se oponía “a la pureza y liberalidad de los sentimientos de la Nación española”. Durante la sesión del 12 de agosto de 1813 se leyó una felicitación del ayuntamiento constitucional de la villa de Jodar por la sanción de la Constitución, entendida como un hito que en adelante diferenciaría a los “pueblos libres” respecto de los “pueblos serviles”:

Sancionada, publicada y jurada la Constitución española, presenta a los ojos de la Europa el maravilloso contraste de haber pasado del más villano abatimiento a la más noble independencia, de la más injusta sumisión a la fortaleza más robusta... Estos son los hechos que eternizan a las naciones, que arrebatan la fantasía, que cautivan la admiración y enajenan el alma, y que han distinguido en todos tiempos a los pueblos cultos y libres, y hécholes brillar sobre los ignorantes, preocupados y serviles.

Interesa conocer la rapidez con que se divulgó en las provincias americanas de la Monarquía este nuevo sentido de la palabra liberal. Una lectura de los impresos neogranadinos de la Primera República (1810-1816) arroja grandes sorpresas. Por ejemplo, don Jorge Tadeo Lozano (Santafé, 30-01-1771 - Bogotá, 6-07-1816) publicó en El anteojo de larga vista (Santafé, No. 9, 1814) un artículo titulado precisamente “Liberales y serviles”, en el que da cuenta de la rápida recepción del nuevo vocabulario gaditano en el antiguo Nuevo Reino de Granada. Estos dos nuevos “partidos” se oponían por sus proyectos políticos:

Los independientes y liberales quieren que la Nueva Granada sea una nación, porque ha llegado el tiempo de serlo. Parece que los coloniales y serviles quieren que bajo el sistema opresor esperemos la venida del Juez de los vivos y los muertos; los liberales quieren que nuestros caudales no pasen el océano para enriquecer a nuestros enemigos; los serviles quieren que con el sudor de nuestra frente sostengamos la fuerza de nuestros contrarios destinada para oprimirnos... los liberales quieren vernos exaltados al nivel de las naciones libres, florecientes y poderosas; los serviles quieren para nosotros un pupilaje y servidumbre eterna y que siempre tributemos el oro, la plata y el incienso de nuestra adoración a la bastarda España.

Liberales versus serviles: tal es el legado gaditano en el vocabulario político de la Primera República en la Nueva Granada, como lo sería en el Congreso Constituyente de 1832 que puso fin definitivo a la experiencia colombiana.

Armando Martínez
Bucaramanga, abril de 2005

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