CONFERENCIA DEL DR. ENRIQUE SANTOS MOLANO EN EL SEMINARIO DE HISTORIA DEL PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO, MAYO 16 DE 2008.
DE LA REGENERACION A LA CONCENTRACIÓN (1878-1930)
Contar la historia de los años que vivió Colombia entre 1878, en que Rafael Núñez postuló su famosa doctrina “Regeneración Administrativa Fundamental o Catástrofe, y paz científica”, y 1930 en que Enrique Olaya Herrera asumió como primer presidente liberal en cuarenta años, pero a nombre de una coalición bipartidista denominada Concentración Nacional, no es asunto sencillo. Todavía, ciento treinta años después de que Núñez lanzara su desafío frontal a la fracción radical del liberalismo, la figura del Regenerador sigue siendo odiada por unos y admirada por otros, y suscitando las pasiones políticas y personales que levantó en su momento.
Esas pasiones han mantenido sobre la opinión un velo que impide analizar con juicio sereno las figuras de los tres grandes protagonistas de La Regeneración: Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro y José María Samper. La creencia general es que Núñez y Samper eran traidores que había abandonado al partido liberal para pasarse al conservatismo y que al llegar al poder asumieron el papel de perseguidores tiránicos del liberalismo, en complicidad con el señor Caro.
Sin embargo Núñez era liberal y Caro no era conservador. Su afinidad consistía en que Núñez catalogaba al radicalismo liberal como lo más parecido al conservatismo, y Caro consideraba que el conservatismo era lo más parecido al radicalismo liberal.
Esa paradoja tiene su explicación en la afinidad que acerca la doctrina económica de ambos partidos. Los liberales radicales son defensores ardientes del libre cambio (como los neoliberales de hoy) y en la libertad de comercio fincan la esencia de todas las libertades; los conservadores, que siguen las orientaciones de su fundador, don Mariano Ospina Rodríguez, son también librecambistas decididos (como los neoconservadores de hoy). En tal sentido sus intereses son comunes y los defienden mancomunadamente, y con gran ferocidad cuando es necesario
¿Por qué hablar de liberales radicales y no de liberales simplemente? Porque dentro del liberalismo decimonónico hay otra tendencia formada por los liberales que se oponen al régimen del librecambio y lo acusan de ser el causante del desastre económico y social en que se debate el país desde el momento en que Florentino González, como Secretario de Hacienda, implanta el librecambismo en el país a partir 1847, durante el segundo tiempo de la primera administración de Tomás Cipriano de Mosquera. El libre cambio, como es natural, arruina a las clases industriosas del país, que no están en capacidad de competir, ni en cantidad ni en calidad, con los productos traídos del extranjero libres de arancel.
Esas clases industriosas neogranadinas, es decir, preindustriales, las componen los artesanos, gentes laboriosas que intentan aportarle al país una riqueza productiva para compensar la riqueza parasitaria que genera el libre cambio. Los artesanos, resueltos a combatir un régimen que los condena a la ruina, se unen y organizan su brazo político, la llamada Sociedad Democrática de Artesanos. Entre ellos hay gentes de distintas doctrinas, liberales, conservadores, comunistas, socialistas, (católicos todos, por cierto) que tienen un enemigo en común: el libre cambio. Se constituyen entonces las dos corrientes que librarán en el país, en contra o a favor del libre cambio, las próximas siete guerras civiles del siglo XIX hasta la de los Mil Días.
En la barahúnda que se produce entre 1848 y 1854, no es fácil dilucidar quién pertenece a qué bando. Quién es socialista o quién reaccionario; quién conservador o quién liberal; quién oligarca o quién el verdadero amigo del pueblo; quien está conmigo o quien contra mí. Llegadas las elecciones presidenciales de 1849 dos candidatos disputan la sucesión del presidente Mosquera. El doctor Rufino Cuervo es el candidato oficial; el general José Hilario López, el candidato de la oposición que liberales y artesanos le hacen al general Mosquera y principalmente a su Secretario de Hacienda, el radical Florentino González y a sus políticas librecambistas. Rufino Cuervo había sido liberal de la corriente de su primo el presidente José Ignacio de Márquez, corriente antilibrecambista y partidaria de la constante regulación de la economía por el Estado, en oposición a la corriente del presidente Francisco de Paula Santander, partidaria irreducible del libre cambio. Ese enfrentamiento llevará a los liberales marquistas a fundirse más tarde en el partido conservador, recién fundado por la época en que el doctor Rufino Cuervo opone su candidatura a la del general José Hilario López. Dicho general, un prestigioso veterano de la Independencia, había militado desde los primeros años de la República con las ideas del presidente Santander. En resumen, Rufino Cuervo no es librecambista y el general José Hilario López sí lo es.
Pero la circunstancia de ser Cuervo el candidato de la administración librecambista de Mosquera, y no tanto de Mosquera como de su Secretario de Hacienda, hizo que los artesanos pensaran que Cuervo continuaría con la política del librecambio, mientras que el candidato opositor, el general López, por lógica tendría que hacer lo contrario de lo que venía haciendo aquel a quien se oponía. Así, los artesanos, enemigos del librecambio, apoyan la candidatura del general López, partidario del librecambio, y atacan la del doctor Cuervo, adverso al libre cambio. Esto pinta la confusión reinante en esos momentos. La elección en el Congreso está empatada y falta el voto decisivo que elegirá presidente al doctor Cuervo o al general López. Ese voto corresponde al senador Mariano Ospina Rodríguez, jefe del Partido Conservador y en consecuencia copartidario del doctor Cuervo. Ello hace pensar que Cuervo será el elegido, lo que produce una intensa presión de los artesanos sobre el Congreso, merced a la cual se riega la especie de que si el general López no sale elegido Presidente los artesanos harán una masacre de parlamentarios, como había ocurrido en Venezuela el año anterior, aunque en circunstancias y por motivos diferentes. El doctor Ospina deposita su voto por el general López y deja escrita en la papeleta la célebre constancia: “Voto por el general López para que no sea asesinado el Congreso”. López queda electo presidente de la República para el período 1849-1853.
¿Había sido en verdad el deseo de evitar el asesinato del Congreso el motivo del voto de Ospina por López? Hay ciertos detalles que nos permiten creer que no. Primero, el Congreso nunca estuvo en peligro de ser asesinado. Los artesanos que hacían barullo a favor de López en el recinto del congreso no estaban armados, como se ha comprobado, pues habían sido requisados escrupulosamente por los hombres del ejército que el presidente Mosquera desplegó alrededor de Santo Domingo, y en los corredores y puertas del antiguo convento, para evitar, precisamente, cualquier desmán o alteración del orden. Y segundo, la casualidad de que tanto el general López, liberal, como el señor Ospina Rodríguez, conservador, eran librecambistas. A los intereses y creencias económicas del jefe del conservatismo le convenía más tener de presidente a un librecambista como López que a un antilibrecambista como Cuervo.
A mediados de 1850 se funda en Bogotá, con asistencia del presidente José Hilario López, la Escuela Republicana, uno de cuyos inspiradores es el joven escritor, poeta y periodista José María Samper. La Escuela Republicana es la forja de la juventud liberal radical, de los descendientes ideológicos del general Santander, que se proclaman a sí mismos socialistas y aseguran que el socialismo y el libre cambio son hijos de la misma madre. El joven Samper Agudelo pronuncia un discurso elocuentísimo en que proclama que el socialismo es la interpretación correcta de las doctrinas de Jesucristo y que ellos, los miembros de la Escuela Republicana, son los nuevos mártires del Gólgota. Este afortunado discurso originó que los jóvenes de la Escuela Republicana recibieran el bautizo de Gólgotas, o los nuevos Apóstoles de Jesucristo llamados a realizar sus doctrinas socialistas. En contraste los artesanos, que en defensa de su trabajo asumían actitudes cada vez más beligerantes, y que en alguna ocasión apalearon en la calle a Florentino González y escupieron a Eustorgio Salgar, fueron denominados Draconianos, enemigos y verdugos de Jesucristo. Sobre la historia de los Draconianos ha escrito un libro formidable y revelador el doctor Rodrigo Llano, imprescindible para conocer el fondo de los sucesos que estremecieron aquella época convulsa.
Engañados, primero por López, que no sólo no reversó el librecambio iniciado por su compadre Florentino González, sino que lo consolidó, y enseguida por Obando, que aportó nuevas medidas favorables al librecambio, los artesanos se aferraron como su última esperanza al general José María Melo, liberal bolivariano, y lo empujaron a dar el golpe revolucionario de 17 de abril de 1854, bajo la inspiración ideológica del bisabuelo de nuestro mayúsculo poeta León de Greiff, el doctor Francisco Antonio Obregón, y de los alacranes Joaquín Pablo Posada y Germán Gutiérrez de Piñeres. Contra el gobierno artesanal de Melo (nueve meses extraordinarios que podrían servir de modelo de buen gobierno) se unieron como un solo hombre liberales y conservadores, se declararon defensores del orden constitucional violado por Melo y los artesanos, y apoyados por la clase pudiente y por el gobierno de los Estados Unidos, tomaron la capital a Sangre y fuego el 5 de diciembre de ese año, mataron a más de doscientos de sus defensores artesanos, y desterraron a otros ochocientos a las regiones más inhóspitas de Panamá, donde murieron en poco tiempo a causa de enfermedades tropicales implacables.
La historia anterior nos permite explicar las condiciones que llevan al nacimiento de la Regeneración y al fin del Olimpo Radical o del régimen librecambista. Rafael Núñez salió del país a comienzos de los años sesenta, imbuido de las bondades del libre cambio. Durante su permanencia como cónsul de los Estados Unidos de Colombia en Liverpool, por más de diez años, se dedicó al estudio y examen de las doctrinas económicas. Dicen, incluso, que tuvo varias entrevistas con Carlos Marx, aunque no están documentadas. Lo cierto es que a su regreso al país, a principios de los años setenta, venía convencido de que el libre cambio destruía las energías productivas del país sin producirle el menor beneficio, y que lo que necesitaba una nación pobre como Colombia era un régimen proteccionista y regulador de la economía.
Su nueva concepción económica lo enfrentó enseguida con los radicales, que de haberlo elogiado como a una de las “más claras inteligencias liberales” lo pasaron a mediocre vocero de torpes doctrinas de sospechosa índole dictatorial y conservadora; pero los escritos de Núñez a favor del proteccionismo y de la reforma política, calaron en muchas personalidades del liberalismo que no compartían la doctrina radical, y se formó el liberalismo independiente, que designó como su jefe y orientador al doctor Núñez. La cerrada campaña de los radicales, que manejaban todos los hilos del poder, impuso en 1876 la candidatura de Aquileo Parra en contra de Núñez, y en 1878 la de Julián Trujillo, héroe de la guerra civil del 77. Núñez apoyó la candidatura del general Trujillo, y cómo no, si Trujillo era nuñista y liberal independiente.
Al darle posesión de la primera magistratura al general Trujillo, el presidente del Congreso, Rafael Núñez, configura en su discurso el nuevo régimen que se inicia: “Regeneración administrativa fundamental o catástrofe”. Un formidable movimiento de artesanos apoya la prédica proteccionista de Núñez y en 1880 lo elige presidente de la República. En su primera administración, Núñez funda el Banco Nacional con carácter de emisor y da los primeros pasos reguladores para reformar la administración e instaurar una política proteccionista que impulse el desarrollo del trabajo artesanal y lo convierta en poderosa y próspera industria.
Miguel Antonio Caro, cuya concepción económica coincide en todo con la de Núñez, lo apoya para su segunda administración en 1884, y José María Samper, el antiguo Gólgota socialista y librecambista, amigo de Núñez, coordina la creación de un nuevo partido político integrado por los liberales independientes y los conservadores proteccionistas, que se llamará Partido Nacional. Después de la guerra desastrosa de 1885 los radicales quedan aniquilados y se dedican a hacer oposición pacífica a la Regeneración, con poco éxito electoral no obstante la virulencia de4 los escritores radicales, que llega casi hasta la difamación. En 1895 el radicalismo apela de nuevo a la guerra para recuperar el poder, y sufre otra grave derrota. A finales de siglo la Regeneración está desgastada y el liberalismo, ahora unificado, cree que podrá vencerla por las armas, pues por las urnas ha sido imposible, fenómeno que atribuyen al fraude. La guerra de los Mil Días es la más larga y sangrienta de cuantas hasta entonces tuvo el país. Los liberales no son derrotados, ni salen vencedores. Benjamín herrera consigue la paz sin rendición y el presidente Marroquín respeta los acuerdos firmados para poner fin a la guerra. Uribe Uribe y Benjamín Herrera asumen la dirección del Partido Liberal, bastante desvencijado por los tres años de matanza, pero aún poderoso. Resuelven a apoyar la candidatura del general Rafael Reyes y lo acompañan en el Gobierno. Los conservadores librecambistas y los liberales librecambistas vuelven a unirse para combatir el gobierno de Reyes, como antaño combatieron el de los artesanos. Reyes mantiene el régimen proteccionista, establece una estricta regulación estatal de la economía y utiliza el papel moneda como un eficiente procurador de trabajo y de riqueza productivos. Por desgracia las grandes crisis económicas internacionales de 1906 y 1907 afectan a Colombia, y el gobierno de Reyes paga las consecuencias. La crisis financiera, unida a la personalidad fuerte e impositiva del general Reyes, que en ningún caso fue un gobernante autoritario, provocaron cierto descontento popular, al que se unió la joven generación que nacía con el centenario de la Independencia. El Partido Liberal se mantuvo con Reyes hasta la pequeña revuelta del 13 de marzo, que desanimó al presidente y lo impulsó a renunciar tres meses después. En los años siguientes Uribe Uribe y los liberales que lo seguían defendieron con entereza la administración Reyes.
A esa administración siguió un año de gobierno provisional presidido por el conservador Ramón González Valencia, que excluyó al liberalismo de todos los cargos públicos. En 1909 se concretó la Unión Republicana conformada por liberales y conservadores que renuncian a sus partidos y se integraban en uno nuevo al que se bautizó Partido Republicano, que tiene entre sus líderes más inteligentes y sagaces al joven político de Boyacá, Enrique Olaya Herrera.
Enrique Olaya Herrera juega un papel de primer orden en la política colombiana de la segunda década del novecientos, de 1910 a 1920. El presidente republicano Carlos E. Restrepo lo nombra Ministro de Relaciones Exteriores, cargo en el que permanece hasta 1912, enfrentado a una dura oposición de los liberales de Uribe Uribe y a los conservadores de Marco Fidel Suárez, respaldados por la Iglesia. Nombrado Embajador en Chile, se alejará por tres años de la política colombiana, sobre la que influía desde el exterior con cartas, mensajes y artículos. Mientras tanto los liberales comandados por Uribe Uribe tratan de sobrevivir en un ambiente de violenta hostilidad por parte de los republicanos en el poder, y de los conservadores que aspiraban a sucederlos. La persona del jefe liberal es objeto de los peores denuestos en la prensa republicana y conservadora, que in citaba al odio contra el “causante de la guerra y de la miseria del país” como le enrostran. Uribe Uribe no se amedrenta. Con el apoyo de Benjamín Herrera y de un grupo numeroso de intelectuales liberales, reorganiza el partido y lo resucita. En 1914 el liberalismo es la segunda fuerza electoral del país, después del clero. Para ahorrarle a Colombia los riesgos de un nuevo conflicto bélico, el liberalismo uribista apoya la candidatura del conservador José Vicente Concha en contra de la del republicano Nicolás Esguerra, derrotado sin misericordia por la coalición liberal conservadora. El 15 de octubre de 1914 el jefe del Partido Liberal, Rafael Uribe Uribe, es asesinado en Bogotá. El crimen tiene el efecto de reanimar el misticismo liberal, disolver el republicanismo y dejar en la liza una vez más a los dos contendores tradicionales. Los radicales ya no existen sino como un grupo minúsculo sin ningún peso en la opinión. Benjamín Herrera asume la suprema jefatura del liberalismo y en 1918 el partido favorece la candidatura del conservador Guillermo Valencia contra la del conservador Marco Fidel Suárez. Derrotado Valencia y elegido Suárez, el liberalismo decreta la oposición. Olaya Herrera había regresado al país en 1915 y ese año funda un importante vespertino, El Diario Nacional, que acoge la jefatura de Benjamín Herrera, la reunificación del liberalismo, y la candidatura de Valencia. Al terminare la década, Herrera y sus tres capitanes más importantes, Enrique Olaya Herrera, Alfonso López y Eduardo Santos, formulan la Reforma Social como el programa sustantivo con el que el partido liberal irá en busca del poder. Por primera vez en 25 años el partido liberal presenta un candidato propio a las elecciones presidenciales. Benjamín Herrera se enfrenta en 1922 a Pedro Nel Ospina. El candidato liberal pierde, pero se deja sentado el precedente de que los liberales cuentan con la fuerza para aspirar al poder. Ospina nombra Embajador en Washington a Enrique Olaya Herrera, que realiza una gestión diplomática que por sí sola daría material suficiente para un vasto ensayo. En la larga ausencia de Olaya, y muerto el general Herrera en 1924, Alfonso López y Eduardo Santos conducen la oposición Liberal y sostienen las ideas de reforma social que habrían de llevar al partido a la victoria en 1930. A finales de 1929 se propone la candidatura liberal de Enrique Olaya Herrera. El ministro en Washington responde que sólo aceptaría si su candidatura representa un gobierno de concentración nacional del que participen liberales y conservadores. López se inclina por un gobierno en el que dominen las ideas y los hombres liberales. Santos respalda la posición de Olaya, y la mayoría del partido aprueba la fórmula de la Concentración Nacional. Enrique Olaya herrera es elegido presidente de la República en febrero de 1930 y el 7 de agosto de ese año da comienzo a la República Liberal, que durará cuatro períodos. Los dieciséis años más gloriosos en la historia de Colombia.
viernes, 30 de mayo de 2008
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