martes, 5 de mayo de 2009

Clotilde García Borrero, Una admirable mujer liberal huilense.

Abanderada de la ley 28 de 1932, que reconoció el derecho de la mujer colombiana a manejar sus propios recursos. Feminista, ecologista y madre de familia. Progenitora de dos gobernadores del Huila.


Delimiro Moreno .

Doña Clotilde García Borrero, casada con don Carlos Ucrós, fue la madre de dos gobernadores del Huila, Eduardo y Jaime Ucrós García, pero su figura es importante en la historia de Colombia no sólo por eso sino por méritos propios como ecologista y combatiente feminista, abanderada de la aprobación de la ley 28 de 1932, que concedió a la mujer colombiana el derecho a manejar sus propios recursos, hasta ese momento en manos de sus padres, esposos e hijos, y base del reconocimiento posterior de la mujer como ciudadana que goza de los mismos derechos de los hombres. Fue una de las primeras ecologistas del país, y bajo su dirección se arborizó buena parte de Bogotá. En este corto ensayo trataremos de esbozar su extraordinaria vida.

Los padres

Don Abelardo García Salas (1857-1925), su padre, era uno de esos viejos patriarcas de las tierras calientes del centro del Huila, trabajador incansable, hijo del gobernador liberal de la provincia de Neiva Joaquín García Bernabeu, miembro de la elite de su partido en la región. Don Abelardo era reconocido militante liberal, cuya voz era escuchada en los círculos dirigentes con mucho respeto. Suscrito a los principales periódicos liberales de la capital de la República, era ferviente partidario del general Rafael Uribe Uribe, cuyo asesinato le provocó intensa indignación. Participó en la Junta de Liberales del 30 de marzo de 1913 reunida en Gigante para poner de acuerdo a liberales “uribistas” o “bloquistas” con los “republicanos” dirigidos por Anselmo Gaitán Useche. Su vida transcurrió en lo fundamental en la época de transición entre las instituciones federales liberales que se mantuvieron en el país de 1853 a 1886, y el “nuevo orden” conservador -bien viejo por cierto, pues revivía la Colonia- instalado en este año. Don Abelardo estuvo dedicado en lo esencial al manejo de sus negocios, sobre todo el cuidado de sus fincas y las de sus parientes, actividad que le brindaba una situación económica más o menos holgada que le permitió tratar de educar a sus numerosos hijos y preocuparse hasta por la suerte de sus nietos, como ocurrió con los hijos de Clotilde.

Como liberal de arraigados principios radicales, don Abelardo inculcó en sus hijos esas ideas, apoyado por su esposa María Inés Borrero Álvarez, de claro origen e igual militancia liberal. Doña María Inés, de refinada cultura para su época, lectora infatigable, mujer de fuerte carácter, ama de casa virtuosa, muy “consentida”, pero muy consciente de la situación de dominio machista en que vivían las mujeres de su tiempo, sembró en su hija Clotilde la inconformidad con ese régimen. “El hombre colombiano, escribía doña María Inés en alguna ocasión, no se preocupa por facilitarles (a las mujeres) su trabajo manual, ni por cultivar su inteligencia, y pronto está la joven más bonita, la de más aspiraciones, hecha un jumento y vulgar en toda la extensión de la palabra”.

Lucha por los derechos de la mujer

Clotilde García Borrero de Ucrós, fruto de ese matrimonio, en su madurez, llevará al terreno de la lucha política estas ideas por la liberación femenina desarrolladas en todo el país al amparo del gobierno liberal de Enrique Olaya Herrera, primero, y luego de la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo, en la cual colaborarán su primo César García Álvarez y su hermano Joaquín García Borrero como dirigentes políticos y parlamentarios.

Durante el dominio de la Regeneración y el gobierno del partido conservador, instalados en el poder desde 1886, el papel de la mujer en la sociedad se reducía a ser hija, esposa y madre, sometida a la autoridad incontrastable de los hombres, padres, esposos y hasta hijos, como lo querían los padres de la Iglesia. Desde el comienzo de la campaña liberal para la reconquista del poder después de 45 años de hegemonía conservadora, ella se destacó por la participación femenina en la candidatura de Enrique Olaya Herrera.

De modo que al triunfo liberal en 1930, lo menos que podía esperarse era que el partido llegado de nuevo al poder se convirtiera en el adalid de los derechos femeninos. La tarea no era fácil, porque en las mismas filas liberales se encontraban decididos partidarios del machismo, enemigos de cualquier participación femenina en la vida pública y con mayores veras en la política.

El primer proyecto presentado por el nuevo gobierno al Congreso fue sobre el “Régimen de capitulaciones matrimoniales” para dar a la mujer casada autonomía patrimonial, otorgándole el derecho a pedir la separación total o parcial de bienes cuando ella lo quisiera, sin ser obligada a alegar ningún tipo de causal. El proyecto fue difundido y analizado por Ofelia Uribe de Acosta en el Congreso Internacional Femenino reunido en el mes de diciembre de 1930 en Bogotá, pero no fue aprobado por el Congreso. Algunos de sus principales enemigos llegaron a afirmar que el proyecto de ley “era la financiación del adulterio”; “podría llevar al desquiciamiento de la familia y del propio Estado culto y cristiano que la moral y la virtud de nuestras mujeres han cultivado” y era resultado de las propuestas del régimen liberal para implantar un sistema que “rechaza la educación y la ideología esencialmente cristianas del pueblo colombiano, la moral y las costumbres hogareñas de nuestra raza”. Laureano Gómez, Silvio Villegas, Luis Ignacio Andrade y Guillermo Valencia, entre otros, se opusieron al proyecto, incluso valiéndose del abandono de las sesiones para minar el quórum y así impedir su aprobación. Estos senadores dejaron constancia de su voto negativo porque “el nuevo estatuto afectará gravemente la estabilidad del hogar colombiano y porque va directamente contra la unidad conyugal, base y sustentáculo del matrimonio católico”.

Atemorizadas por semejantes andanadas, las mujeres no participaron con el fervor de esperarse en la defensa del proyecto. Y aquí fue donde se destacó Clotilde García Borrero de Ucrós, ya una señora casada, madura y con hijos. “Una sola mujer, Clotilde García de Ucrós, recordará después Ofelia Uribe de Acosta, tomó la bandera de la aprobación de esta reforma: levantó de la inercia a un pequeño grupo de damas, y con ellas irrumpía valerosamente a las barras de la Cámara y del Senado de la República para hacer presión”. Olaya Herrera, asombrado del talento y dinamismo de esta mujer, le envió un mensaje autógrafo que ella conserva orgullosamente.

Y agrega Ofelia Uribe de Acosta:
“Vivía yo entonces en Santander, departamento embotellado por carencia de vías carreteables, desde donde, tras largas jornadas a lomo de mula, logró hacer cuatro o cinco viajes a Bogotá, llamada por Clotilde para asistir a las más acaloradas sesiones del parlamento, en donde los enemigos del proyecto, que sentían acercarse su derrota porque el gobierno presionaba también a favor de su expedición, se habían convertido en un botafuego de injurias contra las “feministas”.

Sin hacer antesala

Y Clotilde García Borrero de Ucrós no era conocida sólo en el Parlamento. Familiarizada con los más altos círculos políticos y sociales de la capital de la República, no hacía antesala para hablar con el Presidente y sus ministros y plantearles los problemas de su sexo y de su lucha. Gracias a esa acción suya y de las mujeres que la siguieron fue expedida en noviembre de 1932 y entró en vigencia el 1 de enero de 1933, la ley 28 que modificó la “Potestad Marital” en la parte relativa a los bienes de la mujer; consagró la libre administración y disposición de los bienes pertenecientes a cada cónyuge en las deudas personales y la solidaridad ante terceros por las contraídas para satisfacer las necesidades domésticas; dio a la mujer casada la facultad de comparecer libremente en juicio y eliminó las autorizaciones maritales para el manejo de los bienes.

Esta reforma, con la educativa que le permitió a la mujer entrar a la Universidad y la del derecho al voto fue, dice Sergio Ocampo Madrid “formidable cambio que les permitió a las mujeres pasar de ser amas de casa y madres, sin derechos patrimoniales ni políticos, en menos de cincuenta años, a manejar las finanzas, la tecnocracia gubernamental y el sector privado, entre otros”.
Feminista, rebelde y ecologista
En la ponencia presentada al III Congreso Huilense de Historia y II Simposio de Historia del sur de Colombia, realizado en Neiva del 3 al 6 de noviembre de 1999, la historiadora Stella Paredes cita una conversación con doña Inés Ucrós García, la hija de doña Clotilde, quien le informa que su madre:

“Primero estudió en Neiva, luego la enviaron a Bogotá, pues en Neiva tenía muchos novios. En Bogotá estudió en el colegio de Herminia Espinosa; el cambio de colegio no sirvió como remedio pues allí se ennovió con el profesor de matemáticas. No recuerdo hasta qué año cursó. De lo que sí puedo dar fe es que fue una buena lectora, lo mismo que mi padre.

“Cuando vivíamos en la finca El Cardo, en Palermo, recuerdo a mi mamá cosiendo todo el tiempo la ropa que se necesitaba para los muchachos (los 5 hermanos) y para las tres mujeres. No olvido mi felicidad cuando en una ocasión que yo estaba en Bogotá me mandó una ropita interior llena de arandelitas que la gocé tremendamente. Cuando vivíamos en El Cardo, hacía el bizcocho y el pan semanalmente para toda la familia, a veces vendía los fines de semana parte del producto de esa labor culinaria. En la finca sembraba muchos árboles. Cuando se vendió la finca, creo que por
$15.000,oo la familia se vino a vivir a Bogotá, donde compraron dos casas, una para arrendar, como renta, y la otra para vivir. A mi mamá le gustaba mucho servir a la gente pobre, donde había alguna necesidad, allí estaba.

“En la parte religiosa, recuerdo que cuando vivíamos en Neiva, nos llevaba a todos los hijos a misa, los domingos y días de fiesta, pero no le gustaba ponerse mantilla cubriendo la cabeza, como era la costumbre aceptada. Se ponía sombrero y por ese motivo hubo veces que el sacerdote le decía desde el púlpito: “La señora de sombrero debe retirarse del templo”. Clotilde no se salía, se quedaba, además el domingo siguiente volvía con sombrero.

“Sus preocupaciones constantes fueron los problemas de la comunidad. Recuerdo que el cementerio de Palermo no tenía cerca que impidiera a los animales entrar y dañar las tumbas. Eso la inquietó; resolvió organizar con toda nuestra familia una función musical para recoger fondos con destino a ese cementerio. Mi papá tocó el tiple y sus hijos e hijas cantamos y bailamos. Con el producido de esa función se le pusieron al cementerio los estantillos necesarios para cercarlo con alambre de púas. Así dejaron de entrar los animales al cementerio de Palermo. Además, mi mamá fue la secretaria de su padre, Abelardo García; le llevaba las cuentas.
Era muy de su casa, pero también muy de la calle; se metía en todas las cosas políticas que hubiera; era muy liberal”.

Luego, Stella Paredes amplía la información sobre doña Clotilde, obtenida de doña Inés Ucrós García, y agrega: al preguntarle a Inés si conocía antecedentes que presagiaran la futura actuación de su madre en política, en favor de los derechos de la mujer casada, recordó:

“Mi mamá siempre recibía ciertas personas que estaban sufriendo. Por lo general, eran mujeres oprimidas, soportando penurias por dinero, que tenían que decirle al señor marido a todo que sí. Ella siempre les decía no actuar así. Recuerdo el caso de una señora que era muy conocida y muy querida por nuestra familia. Tenía varios hijos; el marido le tenía “la sucursal” en la casa siguiente a la suya. Los hijos de “la sucursal” cada vez que la señora se sentaba en una silla a la puerta de su casa la ultrajaban. Esa señora, que era muy buena y consagrada a sus hijos, por ese irrespeto permanente a que la tenía sometida su marido, revolvió venirse a vivir a Bogotá. Mi mamá aprobó su viaje, pues dijo que esa vida que llevaba no tenía por qué soportarla, que las mujeres que se dejaban irrespetar de sus maridos eran unas idiotas porque se aguantaban tratos que desmejoraban su autoestima”.

Inés recordó también:
“El caso de un matrimonio muy pobre en que a pesar de su penuria cada año nacía un hijo o hija. Mi mamá le consiguió una cita médica a la mujer, donde le dijeron que podían intervenirla para que no tuviera más hijos. Esa clase de cirugías en esa época era un secreto de estado. Ella no aceptó, pues su marido se opuso argumentando que era pecado y que su deber era tener los hijos que Dios le mandara. Mi mamá argumentó que ella debía cuidar su vida y les hacía ver que si moría ¿cuál sería la suerte de sus hijos? A pesar del concepto médico sobre el peligro que corría su vida con cada maternidad, se cumplió la voluntad del marido”.

Inés, sobre la vida laboral y política de su madre Clotilde en Bogotá, recuerda:
“En el gobierno de Santos mi mamá estuvo encargada de Parques y Jardines de Bogotá, que incluía el Vivero Nacional. Le fue encomendado que cultivara, arborizara, sembrara y repartiera plantas hasta donde pudiera. En esa época hicieron el Campín y abrieron la avenida de la 57. Igualmente se le pidió arborizarla. Ella personalmente dirigió la siembra de las palmas, que trajo del Ocaso, muchas de las cuales aún hoy existen. Como estaba bajo su cargo el Vivero Nacional, de ahí sacaron muy buena parte de los árboles que hay en la Universidad Nacional”.

Doña Clotilde, quien logró ver a su hijo Eduardo como Gobernador del Huila y a Jaime como parlamentario y líder del MRL en el departamento, de lo cual se sentía muy orgullosa, falleció en Engativá, donde fue inhumada, el 1 de mayo de 1969 y a sus exequias asistieron tres ex presidentes colombianos, Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo y Mariano Ospina Pérez.

Jaime Ucrós García tendría siempre una gran admiración por su madre y por su hermano Eduardo, únicos familiares suyos a los cuales se refería en sus conversaciones con sus amigos, para exaltar la valentía de su madre, “misiá Clotilde”, su ídolo, y la capacidad política y científica de su hermano.

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